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Montblanc, tierra de historia y tradiciones

14 May

Montblanc, tierra de historia y tradiciones

En muchos aspectos, la historia de Montblanc ayuda a comprender algunos de los episodios cruciales de la historia de Cataluña.   El contenido de este apartado se ha hecho en base al libro “Montblanc” del historiador Josep Maria Porta y Balanyà, director del Archivo Comarcal de la Conca de Barberà, editado por Cossetània Edicions 2000 en la colección La Creu de Terme (nº 8). Si tiene interés por detalles concretos de la historia de la villa y de la comarca, recomendamos visitar la web y las intalaciones del Archivo Comarcal de la Conca de Barberà, en el antiguo hospital de Santa Magdalena.

En el paleolítico, la zona montañosa del municipio de Montblanc ya estaba habitada. Entre los siglos IV y I aC en el Pla de Santa Bàrbara hubo un poblado íbero. También se han localizado restos romanos datados entre los siglos II aC y II dC.

En los siglos X y XI, durante el período de reconquista, vuelven a aparecer núcleos de población tras siglos de abandono. Hacia 1080 se creó el primer núcleo de población (Duesaigües) cerca de la confluencia de los ríos Francolí y Anguera. Se convierte en definitivo hacia 1150, ya finalizada la reconquista.

Ramon Berenguer IV, en 1155, 50, cedió la primera carta de población y nombró alcalde a Pere Berenguer de Vilafranca. Cambió el topónimo por el de Vila-salva (villa salvada de impuestos, ya que deseaba favorecer su desarrollo).

Entre los privilegios de Vila-salva cabe citar una extensa jurisdicción, la exención de pagar censos y el uso franco de dos elementos fundamentales para el progreso económico: los derivados del bosque (leña para la construcción y los hogares) y es usufructo de las aguas (agricultura, molinos e industria del lino y el cáñamo).

Como que Vila-salva estaba bajo la amenaza de inundaciones y en una zona baja difícil de defender, Alfons I ordenó a Pere Berenguer el traslado de Vila-salva hacia la colina del Pla de Santa Bárbara. Se quería una villa fuerte a medio camino de Tarragona y Lleida, y con una situación estratégica.

La villa se pasó a denominar Montblanc por la inexistencia de vegetación en la colina donde se situó el primer núcleo de población.

La nueva carta de población, la otorgó Alfons I en febrero de 1163 e implicó el cambio de ubicación de la villa, respetándose todos los derechos concedidos en la primera. En 1170 aparece documentado el castillo en lo alto de la colina y poco más abajo la primitiva iglesia románica de Santa Maria.

Durante el siglo XII la villa recibió diversos privilegios y favores reales otorgados para incentivar su crecimiento a la vez que ya disponía de mercado. Pero será en el siglo XIII cuando la villa vivirá una expansión urbanística y demográfica, gracias a exenciones, prerrogativas, la concesión de ferias y mercados. También se constituirá el municipio, se fundará el Estudio Mayor, las Escribanías Reales, etc.

Montblanc se convirtió en capital de veguería pasando a ser un centro administrativo, político-militar y religioso de un extenso territorio, y en una de las más importantes ciudades del sur de Cataluña. La actividad principal de sus habitantes era la agricultura, aunque abundaban los artesanos (entre los que destacaban los traperos).

En esta época se iniciaron las obras de los principales monumentos de la villa: de la iglesia de Sant Miquel, de los conventos de Sant Francesc, de la Serra y de la Mercè, y del hospital-iglesia de Sant Bartomeu y de Santa Magdalena. Y también de algunos edificios civiles como el Ayuntamiento, el Palacio real y la casa de los Josa. Se pobló la judería cerca de la calle Riber que, con el paso de los años, adquiriría una gran importancia económica y comercial.

La villa llegó a su máximo esplendor durante la primera mitad del XIV cuando se consolidó como una población con un peso político importante y con una dinámica socioeconómica remarcable. Fue la séptima ciudad de Cataluña. Se celebraron cuatro veces Cortes Generales y se creó el Ducado de Montblanc (1387).

En el siglo XIV se continuaron las obras iniciadas y se comenzaron las más emblemáticas como son: el recinto amurallado y la iglesia gótica de Santa Maria. También se construyeron la iglesia-hospital de Sant Marçal y el palacio Alenyà. El municipio realizó una mejora de los servicios más necesarios como: el cubrimiento del Riuot (torrente que, en realidad, era la alcantarilla principal), baños públicos, prisión, molinos, hornos, etc.

Durante la segunda mitad del siglo XIV se entró en un largo período de decadencia. Un rosario de epidemias y malas cosechas fueron el preludio de tres centurias de recesión. A las pestes y malas cosechas se unieron a finales del siglo XV las guerras de Juan II contra la Generalitat. La población sufrió un gran descenso, las casas abandonadas cayeron, las murallas quedaron en muy mal estado y Montblanc se convirtió en un pueblo medio en ruinas.

Pese a ello, se acabaron edificaciones que estaban iniciadas y se construyó el Palacio del Castlà (representante militar del rey). En el siglo XVI hubo una ligera recuperación y se construyó el cuerpo sobresalido de la casa de los Desclergue, se restauró el Pont Vell y se levantó el claustro del Hospital.

Durante la Guerra de los “Segadors” (siglo XVII) se destruyó parte de la muralla, la fachada de la iglesia de Santa Maria y se quemaron los archivos. Se sufrieron múltiples asaltos, saqueos e incendios que acabaron con la inicial grandeza de Montblanc, que perdió definitivamente su peso político y también económico.

Pese a las negativas consecuencias de la guerra de Sucesión, con más saqueos a la villa, y alguna otra epidemia, inundaciones y malas cosechas, el siglo XVIII significó la recuperación de Montblanc gracias al desarrollo agrícola.

Durante la segunda mitad del siglo se vivió una verdadera explosión demográfica. Llegan emigrantes y la población crece cerca de un 300%. Esto supuso que se edificase nuevamente: se levantan terceras plantas, se recuperan antiguos inmuebles en ruinas, se construyó en huertos y adosado a la muralla, etc.

La actividad económica se multiplicó. La zona del Raval se convirtió en una incipiente zona artesanal e industrial, y los cultivos de cereales fueron sustituidos por la vid, que a lo largo del siglo XIX se extendió por todo el municipio hasta llegar prácticamente al monocultivo.

Las comunicaciones favorecieron el desarrollo económico del siglo XIX, puesto que facilitaron las transacciones comerciales. Se abrieron las carreteras del collado de Lilla (1821) y de Reus (1843) y, finalmente, llegó el ferrocarril (1863). El municipio de Montblanc consiguió su máximo histórico de población en 1860 con 6.628 habitantes durante el período denominado de la Fiebre de Oro.

La esencia de todo pueblo es su historia, las historias y las leyendas. Entre todas las que circulan por este territorio, destaca la leyenda de Sant Jordi, con una evidente proyección que va más allá de la población, aunque existen muchas más.

La gran leyenda montblanquina la recogió el costumbrista catalán Joan Amades que situó la lucha de San Jorge con el dragón delante de la murallas de Montblanc.

Hace muchos años un dragón feroz aterrorizaba los alrededores de Montblanc. Devoró a los animales hasta tal punto que amenazaba la integridad de los habitantes de Montblanc. Para evitar el ataque de la bestia se decidió librarle cada día un vecino. Se realizó un sorteo entre la población, incluida la familia real, y la suerte quiso que la persona escogida fuera la hija del rey. Cuando se disponía a ser engullida por el dragón apareció un caballero y la salvó hiriendo de muerte al dragón. Era San Jorge. En el lugar donde el dragón derramó su sangre nació un rosal de rosas rojas. Desde entonces se mantiene la tradición catalana en la que los hombres regalan una rosa a su amada.

Anualmente, coincidiendo con el día de San Jorge (23 de abril) se organiza la Semana Medieval de Montblanc. Durante dos fines de semana la villa revive su pasado y en calles, plazas y torres de la muralla lucen las banderas y estandartes señoriales. Se celebran gran cantidad de actos que transportan al público asistente a la edad media: la representación de la leyenda de San Jorge, las escenas de la vida cotidiana, la cena medieval, un encuentro de fuego, el mercado medieval, la escenificación de las Cortes Catalanas, etc.

La buena situación geográfica de Montblanc y la comarca hace que sea una zona privilegiada para el cultivo de la vid. A lo largo del a historia el vino y la vid han marcado la economía local. Los siglos XVIII y XIX fueron motivo de una gran expansión y a partir de 1893 de una profunda crisis. Montblanc cuenta con productores de vino y cava y tiene una antigua bodega de estilo modernista obra de Cèsar Martinell. Actualmente los productores de vinos y cavas facilitan la visita a sus instalaciones y ofrecen degustaciones. Estos se incluyen en la DO Conca de Barberà.

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