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El Enigmático Desierto Blanco de Farfara

en Egipto
13 Nov

El Enigmático Desierto Blanco de Farfara

El misterioso Desierto Blanco de Farfara en Egipto, es un escenario que se encuentra entre lo fantástico y lo fantasioso, que se caracteriza por sus enormes formaciones de caliza de Creta, una roca sedimentaria de origen orgánico…

La Depresión de Farafra se sitúa al oeste de Egipto, integrando uno de los lugares menos poblados y más aislados de Egipto el país del Nilo. La mayor parte de la población de la zona se concentra en el pueblo de Farafra, habitado en su mayoría por beduinos locales, contando con cuatro mil habitantes aprox. y ningún asentamiento humano en un radio de doscientos kilómetros.

El pueblo es conocido por su arquitectura tradicional, con sus lisos muros de adobe y sus estrechas calles, así como sus baños de aguas termales. Cuarenta y cinco kilómetros al norte de esta población, entre el oasis de Bahariya y el oasis de Farafra, se encuentra una de las mayores atracciones naturales del país, el conocido como el desierto de Farafra o el desierto blanco de Egipto. Este desierto se caracteriza por sus enormes formaciones de caliza de Creta, una roca sedimentaria de origen orgánico, blanca, porosa y blanda, que se emplea normalmente en la elaboración de la tiza. Estas bellas estructuras geológicas se han formado como resultado de las ocasionales tormentas de arena en la zona, siendo erosionadas por la mano del viento durante millones de años hasta cobrar formas inverosímiles.

El origen de este desierto se remonta a los inicios del Paleógeno, aproximadamente hace unos sesenta millones de años, cuando esta zona integraba el lecho de un mar de escasa profundidad que cubría la vasta capa de roca arenisca que se extendía sobre la actual región de Nubia. Durante los siguientes treinta millones de años, se acumularon en el lecho marino depósitos de yeso y rocas sedimentarias de piedra caliza conformando un estrato que alcanzaba los trescientos metros de profundidad. Posteriormente, las formaciones de casquetes de hielo hicieron retroceder las aguas del océano Atlántico, provocando la desaparición de este antiguo mar. Con eterna paciencia, el viento erosionó durante millones de años los yermos páramos del lecho del antiguo mar. Aún hoy en día pueden encontrarse en la zona numerosos yacimientos marinos en las capas de piedra caliza, como fósiles de moluscos, crustáceos, peces o vestigios coralinos petrificados.

El desierto blanco fue declarado parque nacional y área natural protegida por el gobierno egipcio en el año 2002, un lugar que integra el hábitat del halcón opaco o del fénec, abarcando una superficie de casi cuatro mil kilómetros cuadrados de desierto atípico, donde sus extensas llanuras se encuentran salpicadas de caprichosas formaciones que recuerdan a las siluetas de los hongos y sustituyen a la clásica imagen de las ondulantes dunas de arena que se pierden en el horizonte. El desierto blanco se muestra majestuoso bajo la luz del ocaso, cuando el sol torna el blanco tiza de las rocas en tonos púrpura y anaranjados, simulando un paisaje ajeno a este planeta, así como sus noches de luna llena, donde sus tonos blanco- azulados evocan un níveo paisaje del Ártico, lo cual le ha granjeado el sobrenombre del desierto de hielo entre los oriundos de la región.

Una de las principales atracciones geográficas de Farafra es su desierto Blanco (conocido como Sahara el Beyda, significando aquí la palabra sahara «desierto»). El desierto Blanco de Egipto se encuentra a unos 45 km al norte de la ciudad de Farafra. El desierto tiene un color blanco, crema, y tiene enormes formaciones de roca cretácica que se han formado como resultado de tormentas de arena ocasionales en la zona. El desierto de Farafra es un lugar típico de visita de algunas escuelas egipcias, siendo un lugar acostumbrado para viajes de campamento. Este desierto fue también la localización del video musical Echoes, de los Klaxons.

La Leyenda del Ejército perdido de Cambises. Artículo escrito por Rubén Rodríguez

Corría el año 524 a.C. cuando el rey persa Cambises II quiso llevar a cabo una de las mayores empresas que nunca antes se habían realizado: cruzar el desierto del Sáhara para hacer crecer su imperio. El objetivo no era otro más que llegar a Tebas (actual Lúxor, Egipto) con la intención de someter al oráculo de Amón, que se encontraba en el Oasis de Siwa. Para ello, decidió mover un increíble ejército de 50.000 hombres… pero el desierto se los tragó para siempre.

La desaparición del ejército de Cambises II es uno de los grandes secretos que esconde el Sáhara. Nunca se supo qué pasó con ellos ni tampoco se han encontrado evidencias determinantes que sirvan para solucionar el enigma de qué ocurrió con uno de los mayores ejércitos de la historia. Varias pistas encontradas recientemente podrían ayudar a entender qué sucedió en realidad, pero ninguna es lo suficientemente concluyente como para cerrar el misterio.

El encargado de contar esta historia fue el historiador griego Heródoto, quien explicó que los aqueménidas -dinastía que gobernó el Imperio Persa- buscaban sorprender a los amonitas en su territorio, aprovechando su gran poder. Pero el gran ejército con el que querían arrasar la ciudad les hacía previsibles: 50.000 soldados, más centenares de sirvientes y de animales -de transporte y de guerra- eran fáciles de ver. Por ello, decidieron atravesar el peligroso desierto.

Cambises II -hijo de Ciro II el Grande, fundador del Imperio persa aqueménida- decidió tomar la ruta de los oasis hacia el norte, lo que suponía cruzar todo el desierto del Sáhara, una ruta mucho más peligrosa pero que les confería la privacidad necesaria para conseguir llegar a Siwa en secreto: Pero aquello nunca se produjo: en un punto indeterminado del desierto, uno de los mayores ejércitos nunca antes desplazado por el Sáhara desapareció por completo.

Algunos egiptólogos aseguran que aquella misión nunca se llevó a cabo y que simplemente se trata de una invención que, repetida a lo largo de los siglos, se ha convertido en una leyenda con visos de realidad. Sin embargo, otros muchos afirman que aquel ejército existió, que la misión de conquistar Siwa se llevó a cabo y que, en medio del Sáhara, algo ocurrió que los hizo desaparecer para siempre. ¿Qué podría haber ‘enterrado’ a 50.000 soldados?

El propio Heródoro era el que se encargaba de dar una explicación a lo sucedido: una brutal tormenta de arena habría acabado con ellos. Según los estudios que han realizado los expertos, el Ghibli -uno de los vientos más severos y abrasivos del mundo- pudo tener mucho que ver, incluso afirmando que durante la noche pudieron tener lugar rachas de hasta 200 kilómetros por hora. Esto justificaría la explicación del historiador griego, que afirma que fueron engullidos por una duna.

De hecho, esa explicación es la que ha llevado a centenares de expertos a tratar de investigar dónde se encuentran los restos de Cambises II y su ejército perdido. Pero no fue hasta 2009 cuando los arqueólogos italianos Ángelo y Alfredo Castiglioni afirmaron haber encontrado enterrados al sur de Siwa una serie de restos óseos, además de amas, cascos, pendientes o brazaletes. Todos eran aqueménidas, pero las pruebas aportadas fueron insuficientes para un ejército de tal magnitud.

Sería en 2014 cuando una nueva teoría surgió en el horizonte: Olaf Kapper, egiptólogo de la Universidad de Leiden, descubría en el Oasis de Dachla, en Ahmeida, el bloque de un antiguo templo enterrado bajo la arena. Cuál sería su sorpresa cuando en los cartuchos de ese bloque se decía que el ejército rebelde de Petubastis III es el que acabó con Cambises II y sus milicias, derrotándolos en pleno desierto en una épica batalla.

Esta explicación podría ser más plausible, pues los persas -poco acostumbrados a no ganar- habrían inventado la leyenda para tapar esta vergonzosa derrota. Y, por si fuera poco, solo unos meses después, el rey persa Darío I llegó a la zona para acabar con Petubastis III. Su derrota habría provocado el silencio absoluto y, ese bloque encontrado por Kapper, podría haber sido enterrado por los propios persas para silenciar una verdad que, a día de hoy, sigue sin conocerse a ciencia cierta.

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